La sociedad entre los músicos alemanes Michael Rother y Klaus Dinger, formada a principios de los 70s cuando ambos coincidieron en la sección rítmica de los primeros Kraftwerk, demostró ser un ejemplo perfecto de aquella clásica frase acerca de que los opuestos se atraen. El guitarrista Michael Rother, apacible, reflexivo y libre de drogas, era el ying para el yang del temperamental baterista Klaus Dinger, quien consumía cantidades industriales de LSD, fue el responsable de las decisiones artísticamente más acertadas pero económicamente más desastrosas -como veremos más adelante- y se encargó de diseñar el logo del dúo, inspirado por el arte pop y los carteles de ofertas de los grandes almacenes.

Poco más de un año después de debutar con NEU! (1972, Brain), la pareja dispareja emprendió la grabación de una segunda placa -repitiendo con el ubicuo Conny Plank a los controles- con la idea de expandir su sonido, para lo cual usaron parte del adelanto entregado por el sello para adquirir instrumentos y equipos nuevos como una grabadora de cassettes, un órgano eléctrico, un bandoneón y un shamisen, especie de banjo propio del folklore japonés. Lo que hasta ese punto era un proceso virtuoso se convirtió en una comedia de equivocaciones: Con el dinero sobrante sólo pudieron registrar la mitad del disco, Brain Records se negó a extenderles el presupuesto ya que las ventas del debut no habían sido suficientemente buenas, y el proceso de grabación quedó suspendido, al menos en la mente de Michael Rother. Dinger, en otra de sus imprevisibles maniobras y sin autorización ni conocimiento de su compañero, echó mano de dos temas que habían sido editados previamente en single -“Neuschnee” y “Super”- y grabó artesanalmente versiones a 78 y 16 RPM de cada una (puede escucharse la aguja de la tornamesa cayendo sobre el disco en “Neuschnee 78”) que incluyó junto a las originales para completar el disco y enviar a continuación el master al sello. Lo que décadas más tarde sería considerado como una innovación, además del primer antecedente de un remix, en ese momento fue considerado por Dinger simplemente como “una solución pop art para un problema pop”, solución con la que su compañero no estuvo de acuerdo por años, y que terminó por gatillar una separación temporal, aprovechada por el guitarrista para mudarse a la aldea de Forst, en plena campiña germana, donde se unió a Hans-Joachim Roedelius y Dieter Moebius (Cluster) para explorar nuevos senderos musicales bajo el nombre de Harmonia, legando, de paso, un par de obras fundamentales como Musik Von Harmonia (1974, Brain) y Deluxe (1975, Brain), pero ésa es otra historia.

Más allá de anécdotas y desencuentros, en NEU! 2 se depuraron los hallazgos del debut, ya que ambos músicos habían comenzado a desarrollar distintas ideas sonoras que, por desgracia, terminarían por convertirse en diferencias personales: Mientras Rother ya estaba encaminado en la senda ambiental que recorrería tanto con Harmonia como en su carrera solista, Dinger buscaba generar una música más caótica y visceral. Este contraste queda plasmado en la placa, donde se distinguen mucho más nítidamente las facetas melódica y ruidosa/experimental de sus composiciones, formando un puente hacia el juego de texturas que se desplegarían en NEU! 75 (1975, Brain).
El inicio con “Für Immer (Forever)” lleva las sonoridades exploradas en el debut con “Hallogallo” a un terreno en donde la psicodelia se funde con el proto-punk, con el característico ritmo motorik patentado por Dinger entrelazándose con las fluidas capas de drones de guitarra hasta desembocar en un éxtasis percusivo que va disolvièndose lentamente, para dar paso al segmento abstracto formado por “Spitzenqualität” y “Gedenkminute (für A + K), oleadas de nebulosas ambientales casi sin instrumentación perceptible que desembocan en “Lila Engel (Lilac Angel)” – lo más cerca que ha estado e! dúo del rock duro- con la voz de Dinger cobrando fuerza a medida que las guitarras suben el volumen y el ritmo de la batería se vuelve más obsesivo si cabe.
En el lado dos, las proto-remezclas ejecutadas por el baterista -junto a las versiones no manipuladas de los mismos temas y los experimentos con cintas de “Cassetto” y “Hallo Excentrico!”- son las que se roban la película, aunque, siendo justos, “Super 78” sigue sonando como Alvin y Las Ardillas en un mal viaje de ácido, tal vez pensado como un corte de mangas hacia el sello por la negativa a entregarles más dinero para la grabación. En oposición a la velocidad, “Super 16” -presente, años más tarde, en las bandas sonoras de “Kill Bill Volume 1” y el clásico de culto de artes marciales “Master Of The Flying Guillotine”- suena aterradora, con la percusión arrastrada y el sonido de lo que parece ser una bestia herida de muerte, que, tal como comprobamos más adelante escuchando la versión original, era la voz de Dinger, el único elemento humano presente – como se describió en el desaparecido blog argentino Pink Moon Brothers- que al final, es lo menos humano del disco. Al igual que el resto de la producción de Neu! durante los 70s, esta obra estuvo descontinuada por años -durante los 80s circularon unas versiones bootleg lanzadas por el sello Germanofon, grabadas directo del vinilo- hasta que en 2001 la alianza entre Astralwerks, Grönland y EMI Electrola comenzó a reeditar oficialmente la trilogía esencial. NEU! 2 es el nexo perfecto entre la supernova detonada en 1972 con NEU! y la despedida con NEU! 75; perturbador, hechizante, adictivo y aún adelantado a su época, es absolutamente esencial para entender los caminos que emprenderían el rock y el pop menos conformistas durante las décadas siguientes.
Pablo Renato