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La historia de esta banda alemana nos deja en claro que no estamos frente a personas de mentalidad cerrada: En 1992, un grupo de amigos del colegio que compartían el gusto por el hardcore, el doom, el grindcore o el death metal, ya curtidos tras tocar en bandas como 7 Inch Boots o Chronical Diarrhoea, dieron vida a Bohren & Der Club Of Gore con la idea de tocar, en sus propias palabras, una “profana mixtura ambient de lentas baladas jazz, doom a lo Black Sabbath y sonidos atenuados de Autopsy”.

Y eso es lo que han venido ofreciendo en una propuesta que se ha refinado disco a disco desde el ya lejano Langspielkassette -autoeditado en 1992, cuando se hacían llamar Bohren a secas- hasta llegar, con varios cambios de formación a cuestas, al flamante Patchouli Blue, lanzado por Play It Again Sam Records (PIAS) para Europa y por Ipecac Records para Estados Unidos en una preciosa edición en vinilo doble que es todo un placer táctil, visual y auditivo.

De su pasado extremo, tan solo queda la iconografía con calaveras que de tanto en tanto adornan algunas de sus carátulas, como la que hoy nos convoca: En el interior, los tres integrantes actuales del grupo (los fundadores Morten Gass y Robin Rodenberg junto a Christoph Clöser) se han encargado de reemplazar los dobles bombos y las guitarras de siete cuerdas por piano, vibráfono, bajo, contrabajo, batería -generalmente ejecutada con plumillas-, saxofones, y órganos eléctricos para crear envolventes atmósferas cinemáticas, donde la influencia del ambient de William Basinski o Stars Of The Lid, las bandas sonoras de compositores como Angelo Badalamenti, la neoclásica de Goldmund o los trabajos de Tor Lundvall para Dais Records se dan la mano en composiciones de aire nocturno que envuelven al oyente casi sin darse cuenta.

Obras como Patchouli Blues son especialmente necesarias en estos tiempos de pandemia y confinamiento forzado: el trance inducido por la elegante música del trío logra descontaminar al oyente de cualquier presión externa. El viaje en cámara lenta que se inicia con los suaves acordes de “Total Falsch” se desarrolla sin -aparentes- sobresaltos, con cada elemento apareciendo en el momento indicado para construir una estructura que, de tan fluida, hace que la hora aproximada de duración de la placa se pase como si nada, lo que solo se advierte cuando los últimos timbres de “Meine Welt Ist Schön” han dejado de sonar en el aire.

Profundo, melancólico y oscuro -que no depresivo-, Patchouli Blue es desde ya uno de los grandes lanzamientos de este año que tanto nos está cargando la mano. Cómpralo, la satisfacción está garantizada!

Disquería Kali Yuga Distro

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